Pedro Sainz Rodríguez era cliente habitual del restaurante, en verano siempre reservaba la mesa 4, una mesa ubicada junto a un gran ventanal que se abría de par en par. Allí, además de comer, leía, escribía y fumaba, y si iba acompañado debatía. Pedro fumaba únicamente en pipa, tabaco de pipa y, lo que resultaba más curioso, puros, eso me llamaba mucho la atención; encajaba la cabeza del puro en la cazoleta de la pipa y a chupar y aspirar.
La imagen del señor orondo con la pipa en la mano, de la que sobresalía un espectacular puro, era verdaderamente llamativa.
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