Político e intelectual no demasiado conocido pero figura fundamental de la política española del siglo XX. Recomiendo su conocimiento, bien a través de sus obras, bien a través de lo que de él se ha escrito, en concreto en el libro D. Juan de Luis María Anson, del que no sabría decir si el protagonista es D. Juan o es Pedro Sainz Rodríguez, amén del propio Luis María Anson, que como se refiere a él mismo en tercera persona mas bien parece que el libro lo haya escrito "su abuela" (el Sr. Anson travestido en su abuela).
Esta es la cita textual en el libro:
Anson telefonea a Sainz Rodríguez.
- Me coge usted recién salido del baño, mi querido amigo, en pelota picada - responde don' Pedro con jovialidad.
Anson le explica lo que acaba de leer.
-¡Coño! -exclama don Pedro, con delicadeza. Y añade finamente-: Hay que tocarse los cojones.
Un momento después:
-Como comer hay que comer, le espero en Saisa a la una y media. Y procure que el Rey no haga ninguna tontería hasta que yo llegue...
En el mismo libro, en la página siguiente, Anson vuelve a mencionar el restaurante:
En Saisa, un restaurante absurdo entre Lisboa y Estoril, sobre el mar, Pedro Sainz Rodríguez espera ya, contemplando con evidente delectación las carnes prietas de las bañistas, que retozan en la sal oscura de la playa, sobre las arenas sopladas por el viento.
Una camarera, que no cabe en el traje, se les acerca sonriente, sangre yoruba en el rostro. Es «la mulata, dos pitones en punta bajo la bata», del verso azul y vegetal de Alberti.
No sé por qué al Sr. Anson le parecía "absurdo" el restaurante, puede que le resultara chocante un restaurante en la playa con cocina española e internacional, sin ningún plato de cocina portuguesa. En cualquier caso lo realmente absurdo es el comentario que hace acerca de una camarera que jamás existió, salvo en la mente "calenturienta" del Sr. Anson. Hasta 1974, año en el que mi padre vendió su participación en el Saisa y volvió a España, nunca hubo camareras, únicamente camareros. Este último comentario tuve la oportunidad de transmitírselo personalmente al Sr. Anson en 1999 en Mayte Commodore, durante la elección de premiados del Certamen Fertiberia de Pintura Rural Infantil, del que el Sr. Anson era Presidente del Jurado y yo organizador del mismo.
Carta del Príncipe a su Padre
En el mismo libro, en la página siguiente, Anson vuelve a mencionar el restaurante:
En Saisa, un restaurante absurdo entre Lisboa y Estoril, sobre el mar, Pedro Sainz Rodríguez espera ya, contemplando con evidente delectación las carnes prietas de las bañistas, que retozan en la sal oscura de la playa, sobre las arenas sopladas por el viento.
Una camarera, que no cabe en el traje, se les acerca sonriente, sangre yoruba en el rostro. Es «la mulata, dos pitones en punta bajo la bata», del verso azul y vegetal de Alberti.
No sé por qué al Sr. Anson le parecía "absurdo" el restaurante, puede que le resultara chocante un restaurante en la playa con cocina española e internacional, sin ningún plato de cocina portuguesa. En cualquier caso lo realmente absurdo es el comentario que hace acerca de una camarera que jamás existió, salvo en la mente "calenturienta" del Sr. Anson. Hasta 1974, año en el que mi padre vendió su participación en el Saisa y volvió a España, nunca hubo camareras, únicamente camareros. Este último comentario tuve la oportunidad de transmitírselo personalmente al Sr. Anson en 1999 en Mayte Commodore, durante la elección de premiados del Certamen Fertiberia de Pintura Rural Infantil, del que el Sr. Anson era Presidente del Jurado y yo organizador del mismo.
Carta del Príncipe a su Padre
«Madrid, 15-VII-69
Queridísimo papá:
Acabo de volver de El Pardo adonde he sido llamado por el Generalísimo; y como por teléfono no se puede hablar, me apresuro a escribirte estas líneas para que te las pueda llevar Nicolás, que sale dentro de un rato en el Lusitania.
El momento que tantas veces te había repetido que podía llegar, ha llegado y comprenderás mi enorme impresión al comunicarme su decisión de proponerme a las Cortes como sucesor a título de Rey.
Me resulta dificilísimo expresarte la preocupación que tengo en estos momentos. Te quiero muchísimo y he recibido de ti las mejores lecciones de servicio y de amor a España. Estas lecciones son las que me obligan como español y como miembro de la Dinastía a hacer el mayor sacrificio de mi vida y, cumpliendo un deber de conciencia y realizando con ello lo que creo es un servicio a la Patria, aceptar el nombramiento para que vuelva a España la Monarquía y pueda garantizar para el futuro, a nuestro pueblo, con la ayuda de Dios, muchos años de paz y prosperidad.
En esta hora, para mí tan emotiva y trascendental, quiero reiterarte mi filial devoción e inmenso cariño, rogando a Dios que mantenga por encima de todo la unidad de la Familia y quiero pedirte tu bendición para que ella me ayude siempre a cumplir, en bien de España, los deberes que me impone la misión para la que he sido llamado.
Termino estas líneas con un abrazo muy fuerte y, queriéndote más que nunca, te pido nuevamente, con toda mi alma, tu bendición y tu cariño.
JUAN CARLOS»
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